domingo, 18 de enero de 2009

Tribulaciones profesionales. La coñobernardez

En efecto, hace ya tiempo que pasó el cachondeo de las fiestas, y creo que lo más lógico es hablar de trabajo, para que la gente no crea que sólo soy una persona desocupada que se pasa las noches haciendo el gamba en un blog (¡ups!). Hoy debo expresar una queja, y el problema es que no sé muy bien hacia quién, porque la cosa es un pelín complicada pero no imposible.

Mis alumnos predilectos, a los que llamaré cariñosamente "los siete magníficos", no paran de quejárseme, y esta vez con razón, sobre algo que los aprisiona e incomoda desde hace tiempo. Ellos no saben definirlo aún con las palabras adecuadas, pero yo, que para eso soy la "profa" de lengua, tengo el término adecuado, ¡vive Dios!: Mi aula es el coño de la Bernarda.

Sí, amigos. Hace ya bastante tiempo que una panda de cerdos y desaprensivos se meten en nuestra mini-aula de siete personas para depositar las basuras de las garguerías que se comen en los cajones de los pupitres, o para robar nuestro calefactor, o las figuras del belén de este año, por no hablar del agujero que ha salido por un golpazo de gañanería in extremis del pomo de la puerta contra la paed, o de la ingente cantidad de chinchetas con las que recubrieron el quicio de la puerta y parte de las sillas y pupitres. Lo malo es que mis magníficos intentan defenderse siempre, alegando que no son ellos, y es verdad. Los profesores van pasando por turnos en los recreos para mirar que no haya gente donde no debe, pero siempre debe haber algún gamberro que se ceba con mi clase, aunque he de decir que no somos tan importantes, puesto que no somos los únicos. Así que mi queja está en la gente cerda que va por el mundo, y que en los días de frío se queda zanganeando por ahí y llenando la puerta del aulario con desperdicios a menos de un milímetro de las papeleras, y se dedica a hacer el gamberro en una clase que no es la suya, porque la suya tiene que ser la más limpia y guay, claro, faltaría más, como se lo recoge la señora de la limpieza, o los pobres pardillos (tutora incluida) de esa clase pequeñaja de ahí, pues nos pasamos la justicia por el arco del triunfo, y asunto concluido. Mañana me toca exponer estos temas ante alguien para ver cómo pillo a los garrulos de manera discreta y les hago recoger toda la mierda del colegio durante varios recreos, pero reconozco que, a veces, el egoísmo de las nuevas genraciones me atribula bastante. Eso y su capacidad de crítica hacia todo lo que no sea "yo" o "las cosas que hago yo" o "las cosas que hacen mis colegas que molan, aunque menos de lo que molo yo". No comprendo cómo la gente puede ser tan sumamente cerda y poco cuidadosa, y cómo se permiten el lujo de robar y de no dejar que los demás tengamos las cosas de la clase guardadas en su sitio sólo por el hecho de que "no vaya aser que te lo roben". Lo único bueno que me queda es que, si el misterio aún no ha sido abordado por Friquer Jiménez, es seguro que tiene una explicación y una solución ¿Encontraremos a los cerdos perdidos? Más en la próxima entrega.

viernes, 2 de enero de 2009

Traditiones toletanas: La famila Serrano y la última noche del año

Bien amigos. Nuevo año, y nuevas tribulaciones que dejarían anonadada incluso a Frida Lyngstad siendo obligada a ver bajo tortura el maligno especial de ABBA que Antena 3 tuvo el mal gusto de retransmitir para disgusto de los fans que poblamos la tierra, y para los que traspasan la capa de ozono gracias a los agujeros de la misma provocados por la laca del grupo. En serio, ver a unos oprtunistas que además cantan como el culo (gordo) de esas dos viejunas integrantes, y sufrir esos arreglos destructivos para cualquier tímpano decente, es poco menos que una aberración. De entrada, el estilismo copiaba, obviamente, pero se perdieron en detalles horribles como las filigranas de los trajes dorados de la gira de Arrival y otras voludeces. Los gestos eran idénticos, pero poco naturales y siempre los mismos, y obviamente, creo que Benny nunca fue tan joven y esbelto, y que Bjorn jamás estuvo tan sumamente gordudo con las mallas puestas. Horteradas aparte, hablaremos hoy de una pequeña gran tradición que desde el año pasado se extiende por Toletum, y se suma a unas cuantas cosas curiositas de esta ciudad que todos tenéis tan a bien descubrir de vez en cuando. La Nochevieja.





Antes de comenzar quiero aclarar que voy a escribir escuchando la mejor música de ABBA para olvidar lo más pronto posible aquel atentado musical, y que voy un poco pedo, porque hoy me ha dado por ahí, qué le vamos a hacer... El hecho lo describió, curiosamente, mi hermano, en un arranque de genialidad de ésos que no le dan casi nunca. Estábamos un rato en las ya conocidas cañae, cuando un amigo foráneo le preguntó que qué se hacía en Nochevieja en la ciudad Imperial, y mi hermano respondió, con gran acierto por su parte: "La mitad de la población va la carpa, y la otra, de bares". En base a esta premisa, realizaremos los dos itinerarios.





El primero es el de la Carpa, el cual conozco porque lo sufrí el año pasado, culpa toda de mi desconocimiento e inocencia manifiestos. La cosa empieza así, el día de Nochevieja vuelve a repetirse el evento antes descrito y ya mundialmente conocido como laj cañae, que hace que la gente se ponga pedo mucho antes de las uvas y suele empezar como a las 11 ó 12 de la mañana. A eso de las seis de la tarde, lo jóvenes púberes (que suele ser la mayoría que pota por este itinerario) marchan a su casa a mantener el pedo durante la cena mientras se llenan el estómago para no potar antes de las doce. Una vez hecho esto, corren a arreglarse para la gran noche de la carpa. El chiringuito se encuentra situado en la zona de fiestas de la ciudad, un descampado donde se ponen los puestos y demás artefactos demoníacos en las fiestas y donde se organizan los conciertos gratis (los que son pagando veinte eurazos se celebran en la paza de toros, aunque no la llenen ni jartos de whisky) y se trata, como su propio nombre indica, de una enorme carpa a la que se accede después de unos tres siglos de cola. Una vez dentro, lo primero que encontramos es la pista de hielo, pero como lo más normal no es que la gente se vaya con patines a la Nochevieja (cosa que me parece un gran desatino, no crean), pues no se suele ver a mucha gente patinando, salvo a los encargados de animar un poco el espectáculo al principio de la velada. El resto de la carpa lo componen tres salas con sus respectivas barras libres: La primera es la de chunda-chunda-chunda; y de vez en cuando, parabarachunda-chunda... con sus gogós, dj's, pirulas y héroes de discoteca de extrarradio. La segunda es la carpa del pachangueo, que cuenta durante unas tres horas con la inestimable actuación de una orquesta que decide saltarse su gira mundial por los pueblos de menos de cincuenta habitantes para amenizar la fiesta. Su repertorio, como no podía ser de otro modo, está compuesto por pasodobles, coplas, canciones de musicales en algo que se parece al inglés (y que en realidad se llama "O mai god no me sé la letra"); y los últimos éxistos del momento de los grupos y artistas más cañeros. Acabada su actuación, la orquesta se despide y entra un disc-jockey con un par de tipas en ropa interior, que hasta las ocho o nueve de la mañana animan el cotarro con música y comentarios del colega que destroza las canciones con sus remezclas. La verdad es que siempre he pensado que el orden está invertido, lo mejor sería que la orquesta saliera la final puesto que si no,la gente no va lo suficientemente borracha para apreciarla como se merece, pero bueno, eso son temas de organización... La tercera carpa es, sin duda, la que más mola: La carpa de rock, mucho más pequeña que las otras dos, con una pequeña (aunque también libre) barra y un escenario en el que unos jevorros interpretan homenajes a los mejores grupos de la historia. El año pasado tocó AC/DC y QUEEN, y la peña se lo pasó en grande. El problema es que yo me vi condenada a la sala de pachangueo, por la sencilla razón de que a mis amigas no les va mucho el rock, y esa noche lo más preferible suele ser bailar, no corear canciones desconocidas. Pero deben perdonarlas, algunas ni siquiera sabían quién era Freddy Mercury. Qué le vamos a hacer, la fan de la música anterior a 1990 soy yo, no ellas, es comprensible. Así, esa noche opté por la sala pachanguera, pero debo decir que me reí como nunca, puesto que no era para menos, porque intentar animar a un grupo de adolescentes y jóvenes medio etílicos y con ganas de marcha con pasodobles me parece algo digno de la más genial mente criminal de todos los tiempos. Una vez ataviada con las serpentinas, gorritos y filigranas de l cotillón, la cosa no está tan mal ¡Y hubo chocolate con churros! Todo por el módico precio de cincuenta euros. ¿Alguien da más?



El segundo itinerario es el de los bares, y es el que me ha correspondido hacer este año. La cosa comenzó sobre la una y media, cuando mi gente y yo nos encontrábamos en la concurrida plaza de Zocodover, viendo como la mitad de la población ciudadana se lo pasaba pipa de botellón y viendo a la orquesta, que era sospechosamente parecida a la orquesta de la carpa. Una vez pasado el primer rato de cahodeo en el frío de la noche, nos encaminamos a uno de los bares que esa noche abren y que suelen cobrarte entre siete y diez euros con consumición en la entrada, más el eurillo del guardarropa si lo usas, claro. En el bar, buen ambiente, porque este año la carpa se comió todas las espectativas, y ya no sólo eran tres siglos de cola para entrar, sino otros tres para guardar tu abrigo, tres más para pedir algo y tres finales (seis si eres mujer) para ir al baño que ¡Oh, mai car! es la única parte del recinto que se encuentra a la intemperie... Lo dicho, que haber ambiente en los bares, había, pero podías andar sin pisar a nadie, la gente no te pegaba codazos al bailar desenfrenada, y no lanzabas miradas de odio ni meneabas el culo con descaro refrotándolo contra una espalda para conservar tu territorio de la pista de baile. Así, entre Madonna y Rafella Carrá, pasé una noche bastante entretenida en un ambiente que rozaba mi muy querido justo medio entre lo animado y lo tranquilo. ¡Cuánto espacio para hacer el tonto en comunidad!

Bien, pues ya trazado el itinerario, aún tuve que vivir algo que atribuló mis sentidos hasta límites insospechados. Se trataba del evento del año (tanto del viejo como del nuevo) que los pobres desdichados de la carpa no tuvieron la suerte de contemplar. Sólo unos poco privilegiados podremos narrarlo con rogullo a nuestros nietos. Se trata, como no, de la actuación de la familia Serrano. Los que no hayan tenido el placer de ver Castilla- La Mancha Televisión alguna vez en su vida, deben tunear lo más posible sus antenas parabólicas para captar esa gloriosa señal en la que se puede ver a especímenes de la talla de Irma Soriano o Teresa Viejo pasándoselo en grande con los abueletes y las actuaciones del elenco de José Luis Moreno, los toros a las once y media de la noche, o los eternos programas de copla, en los que se tiene el éxtasis de ver la evolución día a día de grandes artistas como Melody o Pastora Soler. Bien, un invento de la reputada cadena fue la creación de un programa que mezclaba con pericia sin igual, grandes eventos televisisvos como Operación Triunfo y Mira quién baila. No recuerdo exactamente el nombre del programa, pero la cuestión es que lo presentaba el sin par Constantino Romero, y en él se veía a familias que se preparaban una coreografía y un tema evaluados por afamados expertos (y por afamados entiéndase "muy queridos y conocidos en su casa y en su pueblo"), y que luego salían a actuar ante un jurado de eminencias del espectáculo tales como la hermana de Loreto Valverde o el rubio de Cruz y Raya. El único día que lo vi, no pude olvidar ya a la familia Serrano: la hija mayor de la familia, muy rubia y delgadita ella con unos doce años, quiere ser artista, y no duda en emular a sus grandes ídolos, como Chenoa. Sus padres, su hermana menor y su tía favorita la acompañan en esta empresa para lograr que su hija muestre al mundo su oculto talento, y así se haga famosa y los saque de pobres. El caso es que el estilismo de las actuaciones es la ropa que cada uno trae puesta de su casa, y la coreografía y los coros que la famila le hace a la chavala alcanzan las cotas amás altas de bazofia que oído humano pudiera erscuchar en su vida. Pues, tras ganar (¡sí, ganar!) el concurso, la orgullosa familia tuvo a bien trasladarse desde su casa a la plaza de Zocodover, para amenizar la fiesta de Nochevieja con sus curradas coreografías, sus voces angelicales y bien entonadas, y su alegría toledana que derrochaban con un desparpajo que sólo se pude calificar de insultante. Y allí estuve yo, escuchando canciones de Chenoa o algo así, durante el milenio que me pareció que duraba su actuación, pensando que, realmente , la noche prometía desde le principio. Ahora entiendo por qué cuando sale un talentazo de Castilla- La mancha, como Perales o Almodóvar, hay que promocionarlo tanto ¡Lo que sea con tal de tapar al resto! Menos mal que en el bar antes mencionado, pude volver a la vida con auténticas canciones de los auténticos ABBA, y con Rafaella y Los Bravos ¡Qué noche la de aquel año!